29 abril, 2025

Alfonso VIII de Castilla, el de las Navas

Alfonso VIII de Castilla, el de las Navas

En 1195 Alfonso VIII de Castilla sufrió una vergonzante derrota en Alarcos que a punto estuvo de costarle la vida. Desde ese momento vivió obsesionado con tomarse la revancha, tanto que, tras la histórica victoria cristiana del 16 de julio de 1212 en las Navas de Tolosa, los almohades se referirían a la misma como «la batalla del castigo».

Estela funeraria en el convento de Las Huelgas, Burgos.

Si la derrota de Alarcos fue el comienzo de una ristra de desgracias para Castilla, la victoria de las Navas de Tolosa supondría el punto de inflexión hacia el éxito definitivo de Alfonso VIII y su familia. A partir de ese momento el alarde castellano sería casi constante, y todo gracias a la infanta castellana Berenguela, que se erigió en jefa de la campaña de promoción de su propio padre. Lo hizo difundiendo la victoria a toda la cristiandad, por ejemplo, escribiendo una extensa misiva a su hermana Blanca de Francia, pero, sobre todo, se aseguró de que quedara constancia de la exitosa campaña en las crónicas hispanas, especialmente en la del obispo Rodrigo Jiménez de la Rada, testigo de excepción de la batalla, que dedicó una buena parte de su De Rebus Hispaniae a la narración de aquella gloriosa jornada.

Emblema ubicado en el Convento de Santa Clara de Salamanca.

Pero, además, Berenguela conmemoró la ocasión con la creación de un nuevo concepto: el de los Cinco Reinos, una idea de unión hispana en aquel recién nacido siglo XIII. Se trataba de la unión en la lucha contra los musulmanes de los cinco reinos cristianos peninsulares: Castilla, León, Portugal, Navarra y Aragón. Un concepto neohistoricista que, según Ramón Menéndez Pidal, acuñó la propia reina Berenguela y que demuestra como la idea hispana seguía latente en aquella península ibérica aparentemente fragmentada. La versión iconográfica de ese concepto de los cinco reinos es el emblema de cinco flores de lis que podemos ver en la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca o en una de las estelas funerarias de las Huelgas de Burgos, lugar de enterramiento de Alfonso VIII. Según la Biblia, Cristo es el lirio de los valles, por lo que a menudo se le representa como una flor de lis, es por ello que el monarca, que pretendía proclamarse como representante de Dios en su reino, se representaba en toda la cristiandad con dicho emblema. Así pues, el emblema con cinco flores representa a cinco reyes o cinco reinos, siendo una representación iconográfica de los cinco reinos cristianos peninsulares teñidos por los colores castellanos, oro y gules, los colores de Alfonso VIII, interlocutor papal y líder de la cruzada que conduciría a la decisiva victoria de las Navas de Tolosa. Por encima del emblema del castillo que, tal y como afirmaba el eminente heraldista Faustino Menéndez Pidal de Navascués, tenía un sentido familiar y rara vez se representó en el campo de un escudo, estaba el emblema personal de Alfonso y ése, para su hija Berenguela, era el de las cinco flores de lis, ya que fue Alfonso VIII el que lideró a los cinco reinos en el momento más decisivo de la lucha contra los musulmanes en la península ibérica.

Charo García de Arriba y Miguel Ángel Martín Mas

(https://lachovapiquirroja.blogspot.com/)

 

 

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